Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;
Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;
Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.
Ya desde el primer verso sabemos que Quevedo va a hablarnos sobre la muerte y en la segunda estrofa empieza a mezclar ésta muerte con el amor gracias a los tópicos griegos del viaje del alma para llegar hasta llegar por el lago Estigio al Hades.
En el tercer fragmento del soneto se habla del amor como pasión, como fuego que llega hasta lo más profundo del ser y que, aunque abandone su cuerpo físico seguirá amando.
Conforme vamos leyendo los versos, el escritor madrileño nos cuenta que algún día llegará la muerte a llegarse su alma a donde quiera, pero que de todas maneras, aunqué su corazón deje de latir, por mucho que lleve al alma a cruzar las puertas a otro mundo, ésta seguirá sobreviviendo, para poder seguir amando. A continuación, el autor alberga todo su amor en las partes físicas, hasta en lo más hondo de él.
Conforme vamos leyendo los versos, el escritor madrileño nos cuenta que algún día llegará la muerte a llegarse su alma a donde quiera, pero que de todas maneras, aunqué su corazón deje de latir, por mucho que lleve al alma a cruzar las puertas a otro mundo, ésta seguirá sobreviviendo, para poder seguir amando. A continuación, el autor alberga todo su amor en las partes físicas, hasta en lo más hondo de él.
He elegido este poema especialmente porque me gusta el final. La degradación que va haciendo desde lo material hasta lo más efímero y, sin embargo, lo que más énfasis le da a todo el poema, la frase definitiva que demuestra lo que Quevedo nos quería transmitir, amor constante más allá de la muerte.
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